“¿¿Terapia asistida con caballos??”, “¿Naturaleza y terapia juntos?” “¿Pero qué es todo esto?”…
Hace tiempo escuchamos hablar del trastorno por déficit de Naturaleza, obviamente, un término metafórico para referir al mal del siglo XXI, la desconexión por la naturaleza y todo lo que el contacto con la naturaleza conlleva: paseos, deporte, evasión, relajación… El término Trastorno por Déficit de Naturaleza fue acuñado por un periodista y escritor llamado Louv en 2005 en su libro “El último niño de los bosques”. Lo que parecía un manual en favor de la naturaleza ha originado todo un movimiento seguido por educadores, terapeutas, psicólogos y padres que afirman la necesidad de restablecer el vínculo entre humanos y naturaleza, y en concreto entre los niños y la naturaleza.
En las últimas décadas se están instaurando con auge corrientes pedagógicas alternativas a las convencionales. Todas ellas tienen como objetivo: mejorar las tasas de satisfacción en los niños con y sin diversidad funcional a la hora de aprender; ofrecer una atención personalizada; lograr sesiones más interactivas; apostar por el aprendizaje práctico y activo; dar protagonismo al niño/a y fomentar la participación de las familias y el entorno educativo o terapéutico. Obviamente desde ópticas diferentes, pero persiguiendo los mismos objetivos.
Y esto es lo que intentan también aquellas corrientes que pretenden crear terapias dinámicas basadas en el contacto directo con la naturaleza. Investigaciones apoyan la evidencia de los efectos terapéuticos de la naturaleza en los niños, adultos y comunidades en general. Científicos de la Universidad de Illinois concluyeron en sus estudios que el tiempo fuera de casa reduce los síntomas en niños con TDH y otros trastornos del Desarrollo (TEA…)
Desde la vivencia de experiencias en contacto con la naturaleza los niños y niñas aprenden a aprender, a autosatisfacerse y a cultivar la ilusión y la motivación por descubrir el mundo que les rodea. Estar en la naturaleza ofrece oportunidades infinitas de actividades con multitud de estímulos que favorecen el desarrollo psicomotor. Además, estar al aire libre fomenta el equilibrio, el tacto, la vista, la audición, el gusto, el olfato y la propiocepción, favoreciendo así a la integración sensorial. La naturaleza representa un entorno perfecto para que los niños y las niñas alcancen un grado de desarrollo cognitivo y emocional que favorece la adquisición de competencias como concentrarse, mantener la atención, aprender a autoregularse para controlar los cambios emocionales y de actividad, estimular el lenguaje, aprender a razonar y resolver problemas, a ser más flexible, mejorar las habilidades sociales e interacción social… Sin olvidar que fomentamos el respeto mutuo.
Además, si a este entorno natural añades la presencia del animal como lo es el caballo, aparecen nuevas variables como es la enorme motivación que acompaña la posibilidad de interactuar con un caballo, y que resulta provechosa para trabajar cualquier aspecto del desarrollo tanto físico como neuropsicológico. Esto se debe a la tendencia natural de muchos animales, en concreto el caballo, de formar fuertes vínculos con las personas y que con la ayuda de un profesional de la salud debidamente cualificado y formado en este campo llegue a potenciar todas las áreas del desarrollo (adaptativa, personal-social, lenguaje, motora, cognitiva).
Desde APTC, Asociación de Profesionales de Terapia Asistida con Caballos en Valencia, queremos ofrecer y mostrar en nuestras sesiones perfectamente estructuradas y diseñadas, los beneficios de contar con un entorno idílico en plena naturaleza y combinarlos con todos los beneficios que nos aporta la terapia asistida con caballos.
Laura Mollá Serradell | Neuropsicóloga APTC.